martes, 19 de noviembre de 2013

El alejamiento de Moreno

Luego de las elecciones legislativas se esperaba un abanico de medidas por parte del gobierno en materia económica, tal como había sucedido con la restricción del acceso libre al mercado de cambios a principios del año 2012 luego de la aplastante victoria de Cristina Fernández de Kirchner a fines del año anterior.

Se habla mucho del desdoblamiento del mercado cambiario, como si este fuera el único problema económico que tiene argentina, pero sin lugar a dudas la medida más conmocionante fue el alejamiento de Guillermo Moreno de la secretaria de comercio interior.

Sea por decisión propia o por presiones internas del propio gobierno, lo cierto es que el poder sobre las decisiones económicas se centra alrededor del flamante ministro de economía: Axel Kicillof.



Es sencillo, Cristina decidió que el estilo prepotente y restrictivo de Moreno no soluciona ya ninguna de las variables que preocupan tanto y que Argentina se encuentra en ruta de colisión.

Con déficit energético, inflación contante, falta de inversiones, perdida de la creación de empleo, y 10 mil millones de dólares de reservas fugadas en un año era evidente que no se podía seguir con el mismo esquema.

A mi entender, Kicillof es un hombre activo, al igual que Moreno, pero con la particularidad que tiene como objetivo el crecimiento de la inversión y el empleo a través de políticas eficientes y la colaboración con el sector empresarial. Sea con desdoblamiento del mercado cambiario o no, yo creo que el ministro de economía sabe que la solución a la fuga de capitales no se soluciona con parches a la compra de dólares, sino generando una solución desde adentro.

El gobierno busca acercar a los empresarios y formar una nueva relación que fomente la inversión pública y privada eficiente y con esto aminorar el ritmo de la inflación, puesto que además de aumentar la oferta, la suma de indicadores positivos quita margen especulativo a aquellos que obtienen ganancias extraordinarias a partir de la suba constantes de precios.

El freno de la inflación daría la posibilidad de que una devaluación paulatina vuelva competitivo nuevamente al sector exportador y eso daría un vuelco al ingreso de divisas por exportaciones, además de que se transformaría la confianza del inversor extranjero que vería a la Argentina como una plaza más estable.

Según mi opinión, el cambio se centra en lograr dialogo con los empresarios nacionales y extranjeros con el fin de aumentar las inversiones y el empleo. En este contexto, se esperan noticias desde el palacio de hacienda.


Saludos!


Alejandro Tomás Scasserra

martes, 23 de abril de 2013

El debate Ortodoxia - Heterodoxia

Antes de empezar con el debate entendamos las partes que se enfrentan.

Por un lado tenemos la escuela clásica de la economía, también llamada Ortodoxia. El análisis clásico parte de un mundo inmerso en la revolución industrial donde la conceptualización y la matematización de la realidad era una tendencia creciente en el mundo científico. La economía no fue la excepción.

En un intento de poder comprender, prever y explicar los sucesos del hombre en cuanto ser económico, los clásicos (Smith, Ricardo, Hume, etc.) desarrollaron una cantidad de leyes que tendían a crear una serie de patrones comunes a todas las sociedades en el mundo y así ordenar sus políticas macroeconómicas hacia la prosperidad. Sus teorías se basaban siempre en supuestos irreales y la no intervención del estado para evitar la generación de distorsiones.

Años más tarde, un grupo de economistas llamados neoclásicos (Marshall, Heckscher, Ohlin, Friedman), tomaron por las riendas a los postulados de sus antecesores y los envolvieron en un nivel de complejidad mayor, aunque igualmente limitado y falso. El economista neoclásico, colaborador ideológico del neoliberalismo, fue una de las armas más poderosas del capitalista para mantener su nivel de acumulación en niveles extraordinarios y acrecentar la polarización social.

El heterodoxo, por otra parte, es un economista reaccionario que se gestó a partir de la observación de la realidad. Las sucesivas crisis económicas que se dieron a lo largo de la corta historia del capitalismo fueron cuestionadas desde un punto de vista crítico, sosteniendo que las mismas pudieron ser evitadas.

De esta manera, Keynes desarrolla su teoría general exponiendo medidas intervencionistas que pudieran mitigar el efecto negativo de las crisis. Estas medidas se basaban en formulaciones sacrílegas para la ortodoxia, que entendía que la mano del estado solo podía generar incertidumbre y caídas en el desempeño de una economía.

La intervención del estado en la economía no se inventó en 1929 (crisis en EEUU), los mercantilistas de antes del siglo XVII ya velaban por la planificación de los patrones de producción y comercio, aunque de una manera mucho más limitada.

En última instancia el debate gira alrededor del rol del estado en la economía, y yo creo que es hora de superarlo.

Lamentablemente Latinoamérica ha sido víctima de este debate y lo sigue siendo. El vaivén de las políticas económicas implementadas durante la existencia de las naciones que están al sur del Río Grande, desde su independencia hasta hoy, demuestra que hemos sido laboratorios de experimentos de las políticas neoliberales y presas de nuestra propia insolencia al querer revelarnos contra ella.

A mi entender, el debate tiene una sola respuesta: el análisis ortodoxo es obsoleto para el mundo de hoy en día. Hemos sido cómplices del enriquecimiento de unos pocos en función del resto para mantener un supuesto “punto de equilibrio” que nunca existió, y aun cuando falló nos dedicamos a buscarle la explicación en los mismos libros.

La intervención del estado en la economía potenciando el consumo, administrando el tipo de cambio y aumentando el producto interno en función de su distribución equitativa es la forma correcta de hacer economía, siempre y cuando esta administración no se preste a la corrupción y a generar ineficiencias en el aparato administrativo y productivo, muy común en mercados administrados.



Pero entonces, ¿Hay que desechar el análisis clásico?

De ninguna manera. El debate económico no es una guerra política, es un instrumento para ordenar la sociedad hacia un mayor bienestar terrenal con el fin de facilitar a cada individuo a encontrar su felicidad.
El análisis clásico proporciona grandes análisis donde es muy gráfico el desarrollo de como la modificación de una variable, dados cierto supuestos, modifican otra y viceversa. Las “distorsiones” que denuncian los clásicos como pecado, en algunos casos efectivamente aparecen, y si bien pueden causar problemas en una economía, esto no siempre aleja la inversión y detiene los procesos de acumulación de capital.

El análisis clásico debe ser tomado como lo que es: una teorización matemáticamente exacta de variables que ayudan a comprender fenómenos económicos, pero que no deben ser aplicados en la realidad.

La economía no es “la administración de recursos escasos”, es la “la administración de los recursos para bien de todos”.

Saludos!

domingo, 6 de enero de 2013

El Monopolio del Ahorro Saqueado



Se acercan los periodos de protesta sindical y aumentos de salario que adornan las calles céntricas de Buenos Aires. Los que trabajamos en la zona entre Callao/Entre Ríos – AV. Independencia – Alem/Paseo Colón – Santa Fe ya estamos casi habituados a pasar entre los manifestantes sin que se nos mueva un pelo porque ya tenemos curados los oídos de los bombos furiosos de los miles de manifestantes que diariamente recorren el microcentro.

Si bien es indignante que la protesta sea tan cotidiana, es muy pintoresco el espectáculo que se despliega en una zona de manifestación, y cruzando una de ellas uno puede detenerse a observar todo tipo de personajes, banderas y papelitos que nos acercan al propósito de tanto espamento. Como mencione recién, estamos en la época en que los sindicatos preparan a sus mejores hombres y le pasan el trapo al bombo del año pasado para empezar a desplegarse por la ciudad porteña y pedir por los aumentos salariales, los cuales en mi opinión se tendría que dar de movida sin que se llegue a la necesidad de pedir nada.

En este contexto llegó a mi mente el viejo razonamiento de que el trabajador asalariado, por más paritarias que haya, siempre pierde frente al capitalista. Simplemente con decir que los precios crecen de forma lineal y que los salarios crecen de forma escalonada alcanza para darse cuenta que el único que no conserva el mismo nivel de vida durante el año es aquel que aumenta su precio una vez al año.

El asalariado va perdiendo poder de compra a medida que los precios aumentan, pero lo recupera de repente cuando crece su salario. Sin embargo con los bienes durables que requieren un determinado nivel de ahorro no ocurre lo mismo, sencillamente porque suelen tener precios que superan el nivel de salario promedio.






Mi ejemplo más significativo es el de los automóviles. Si bien el salario crece todo de una sola vez, por ejemplo, en Marzo, una persona sigue sin poder acceder a la compra de un automóvil por más que su salario haya crecido puesto que su ahorro se descompensa en relación a los precios. O sea que si un individuo comenzó a ahorrar en marzo del 2010, en el mismo mes del año 2013 su ahorro se ve descompensado por los 3 años de inflación que tuvo su ahorro respecto del precio del automóvil.

Lo que estoy diciendo no algo nuevo pero es una mirada más del mismo problema. La conclusión es que los bienes que tienen un precio por encima del salario promedio o que necesitan un determinado nivel de ahorro (en general bienes de consumo durables) tienen una inflación mucho mayor que la de los bienes de consumo como los alimentos o artículos para el hogar puesto que el ahorro se ve deteriorado en función del precio del bien al cual van a ser destinados, y el motivo es que si bien aumenta el salario con las paritarias, el nivel de ahorro de los individuos sigue quedando retrasado respecto de los nuevos niveles de precios.



¿Quienes ganan?

Hay alguien que percibe todo ese valor del ahorro que se deja de lado en función de estos bienes y no es más ni menos que aquel que percibe los ahorros de la población y los utiliza para generar utilidades: los bancos. A través de los créditos y de las exorbitantes tasas de interés que piden por los créditos personales, los bancos obtienen una rentabilidad extraordinaria a partir de la imposibilidad de ahorro en moneda local de la población. En última instancia, cobran todo el valor que pierden el resto de los ahorros de la economía más la tasa de interés. No es que el banco se beneficie en términos de utilidad por crédito (la inflación también impacta sobre las ganancias de la rentabilidad financiera) sino que vuelve a la población más propensa a adquirir créditos por la pérdida de valor real del ahorro. No se sorprendan entonces cuando escuchen el dato de que las ganancias de los bancos en Argentina han aumentado un 41% en el último año.



Un saludo y que muy feliz año. Ojala que tengamos un 2013 lleno de artículos y comentarios!


Alejandro Tomás Scasserra